Los escáneres de aeropuertos: riesgos para la salud y para la seguridad
Los escáneres (palabra incluida en el diccionario de la RAE como adaptación gráfica de la voz inglesa ‘scanner’, que significa, en medicina, «aparato que produce una representación visual de secciones del cuerpo», «prueba realizada con este aparato» y «resultado de esta prueba») están de actualidad.En Medicina empleamos habitualmente la palabra escáner para referirnos a la tomografía axial computadorizada o TAC, un dispositivo diagnóstico empleado clínicamente a partir de mediados los años 70.
En los aeropuertos se emplean los escáneres de ondas milimétricas o los denominados escáneres ‘backscatter’. La longitud de la onda emitida por los escáneres milimétricos va de uno a diez milímetros, es una onda de radio muy alta frecuencia, situada entre 30 y 300 gigaHertzios. Los escáneres ‘backscatter’ emplean radiaciones ionizantes (rayos X). En esencia, una fuente de emisión de rayos X se desplaza rápidamente por nuestra superficie corporal y se obtiene una imagen de alta resolución. La ropa y el material orgánico son traslúcidos para estas longitudes de onda, y por ello los dispositivos son adecuados para detectar objetos en personas sometidas a este examen en un aeropuerto.
¿Son seguros para nuestra salud? De entrada, no hay una dosis de radiación «segura» en cuanto al impacto que ésta pueda tener en el desarrollo de un cáncer, por ejemplo. Los rayos X pueden causar alteraciones del ADN y por ello mutaciones que, a su vez, tras un proceso complejo, pueden favorecer la proliferación de células neoplásicas.
Las dosis de radiación emitidas por estos aparatos son variables. Su empleo no está todavía normalizado y estandarizado, por lo que esta dosis puede variar localmente. La unidad de medida clásica de radiación es el rem (Roentgen Equivalent in Man), pero la unidad recomendada y normalizada es el Sievert (Sv). Un Sievert (Sv) equivale a 100 rem. Habitualmente se emplean el miliSievert (mSv, que es una milésima parte del Sv) y el milirem (milésima parte del rem).
Un escáner ‘backscatter’ emplea una dosis de radiación de aproximadamente 0,001 mSv, 100 veces menos que una radiografía de tórax (que supone 0,1 mSV), una mamografía supone ya 0,7 mSv y una TAC unos 10 mSv. Viajar en el avión por sí mismo también nos expone a la radiación cósmica, calculada en unos 0,001 mSv por cada 1.600 km.
La radiación natural normal (tanto la cósmica como la de fuentes terrestres, principalmente el gas radón) supone una dosis de 2,4 mSv por año para cada uno de nosotros (todos estamos expuestos a ella). En la Unión Europea y EEUU, en promedio, cada ciudadano recibe además una dosis de 0,5 mSv por año por razones médicas, básicamente pruebas diagnósticas radiológicas.
En resumen, desde el punto de vista sanitario, el riesgo de irradiación por estos dispositivos de seguridad de aeropuertos es probablemente muy bajo para un individuo considerado, dependiendo también de la frecuencia de exposición y de algunas condiciones especiales de la persona (por ejemplo, embarazo). Sin embargo, si su empleo se generaliza y debido al enorme número de personas expuestas, el riesgo poblacional es más elevado: cuando mucha gente se expone a un riesgo individual bajo, tenemos un problema de riesgo poblacional. Cualquier radiación supone un cierto riesgo y cualquier irradiación innecesaria debe evitarse.
La relación riesgo-beneficio de esta tecnología debe medirse considerando la ganancia en seguridad que estos escáneres suponen para los ciudadanos que viajan en avión. Otros aspectos éticos del debate (invasión de la intimidad, privacidad) son tanto o más importantes que el aspecto sanitario. Los aeropuertos y sus medidas de seguridad, que sin duda son necesarias, se han convertido en zonas muy poco agradables y amables. Antes de pasar por ellos, si hay alternativa aceptable, mejor elegir otra opción.
Para acabar, una historia real de hace una semana: un material sospechoso en una bolsa de mano de un pasajero detectado en el aeropuerto de Bakersfield, California (EEUU) activó la alarma y el cierre temporal del mismo hasta la llegada del equipo especial de detección de material peligroso (HazMat). El material «peligroso» resultaron ser dos frascos de miel. La cosa no acaba aquí: dos empleados de la Agencia de Seguridad del Transporte (TSA) fueron atendidos en el hospital tras haber sido expuestos a las «emanaciones» de los frascos.
Todavía hay mucho que mejorar…
escrito por : Antoni Trilla es jefe del Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, profesor agregado de Salud Pública en la Universidad de Barcelona e investigador asociado del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS) y del Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB).
Fuente: http://www.elmundo.es/
Esperamos que éste post haya sido de utilidad
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